jueves, 26 de julio de 2012

Ra, dios del sol


RA


A menudo representado bajo un aspecto totalmente humano, con el cuerpo formado por oro puro, y considerado como el señor de las llamas, lleva siempre sobre su cabeza el disco solar rodeado de una cobra (el ureus) que arroja fuego a todos aquellos que amenacen al dios. Sus insignias incluyen la cofia de lino almidonada, y diversas coronas y cetros reales, ya que se considera que este dios es el antepasado mítico de los faraones. Las primeras manifestaciones en los textos de este dios pertenecen a la época del faraón Dyesert. 

Según la teoría cosmogónica heliopolitana, el universo había brotado del caos primordial gracias a la acción de Ra. Pero esta creación había nacido frágil, siempre amenazada por los agentes del caos. Si en dios Ra no intervenía diariamente para renovar esa creación, las fuerzas del caos se abalanzarían sobre el mundo y lo destruirían. Por eso, todos los días el dios surcaba el cielo en su barca, desde el amanecer hasta el atardecer, para luego realizar un recorrido por el mundo subterráneo, donde resucitaría y volvería de nuevo, con energías renovadas, a surcar los cielos. Una colina de limo emergió del caos líquido u océano primigenio, Nun, y el sol Atum (el que está completamente oculto) se posó sobre la colina, en forma de serpiente o de escarabajo. Al masturbarse, creó con su semilla a la primera pareja divina: Shu (aire, aliento) y Tefnut (humedad). A su vez, esta primera pareja divina engendró a Geb (tierra) y Nut (cielo). Después de una serie de acontecimientos, la Tierra y el Cielo, que en un principio estaban unidos en amoroso abrazo, se separaron y en el espacio que los separaba se generó el resto de vida. Así el orden universal queda establecido.

 Geb y Nut, separados por el dios del aire Shu

Ya a partir de la Dinastía V, Ra se convirtió en el dios principal del Panteón egipcio, y también se emparentó con los monarcas. Los faraones tomaban el título de Hijo de Ra, y se creía que tras su muerte se uniría a su padre en el firmamento, en la barca que el dios-Sol empleaba para surcar los cielos. En un principio se unió con Atum, uno de los dioses más importantes de Heliópolis, creando el dios Atum-Ra, como forma de afianzar el poder de Ra. Fue relacionado más tarde con un dios tebano que alcanzó una gran popularidad tras el cambio de la capital a Tebas: Amón, sincretizándose en el dios Amón-Ra, el dios más importante del Imperio Nuevo; también se unió al dios Horus, transformándose en Ra-Horakhty, que representaba al sol del horizonte y la forma más poderosa del dios.





 Amón-Ra y Ra Horakhty de izquiera a derecha

Hacia el final de la Dinastía XVIII hubo una revolución religiosa en Egipto iniciada y terminada en el gobierno de Akenatón (Amenofis IV antes de la reforma). Esta revolución se basaba en la adoración de un único dios, Atón, que hasta la llegada de este faraón había sido un dios se segunda categoría. Este dios, que representaba el disco solar, manifestaba su poder en los rayos solares, dadores de vida y de creación. Por esa razón, en las representaciones de este faraón adorando al disco solar, las terminaciones de los rayos son manos que sostienen el jeroglífico de la vida (Ankh), como símbolo de su condición de dador de vida. Tras su muerte, se restableció el culto del resto de los dioses egipcios.


EL CULTO AL SOL: PIRÁMIDES Y TEMPLOS SOLARES

Cuando los enormes complejos funerarios y tumbas reales adoptaron superestructuras en forma piramidal, fue una señal inequívoca del auge al culto del Sol. Las manifestaciones más antiguas de estas tumbas, las pirámides de forma escalonada, se convertían en auténticos escalones de ascensión para el soberano; una forma de facilitar el camino del faraón hacia el dios-Sol. Con el paso del tiempo, estas estructuras se perfeccionaron hasta que desembocaron en las famosísimas pirámides regulares, que evocaban los rayos del Sol y aumentaban su magnificencia mediante paredes lisas que refulgían con los rayos solares. También representaban la clina primordial, origen de toda forma de vida.

Los templos solares también tenían como función reflejar la omnipresencia y omnipotencia del dios-Sol. El más conocido de todos es el erigido en la Dinastía V por el faraón Neuserre. Su ubicación era similar a la de los complejos piramidales, y recuerda al desaparecido templo solar de Heliópolis. Estaba formado por un templo inferior, que se unía al superior por una rampa, cubierta para protegerlo de los rayos del Sol, desembocando en una enorme sala a cielo abierto, para poder recibir sin ningún tipo de impedimento, los rayos del Sol. En dicho patio se encontraba el altar donde se realizaban los sacrificios y ritos pertinentes. En el patio también se encontraba la piedra Ben-ben sobre una plataforma de forma tronco-cónica; según la tradición heliopolitana, la piedra Ben-ben, que simbolizaba esa primera colina primigenia. De 36 metros de ancho y 20 de altura, es el predecesor de los obeliscos. Una cámara, llamada “de las estaciones”, estaba decorada con vivas escenas de la naturaleza, reino del dios Sol, en relieves policromados. En los muros norte y sur había adosadas una serie de construcciones que estarían relacionados con el almacenamiento de ofrendas.  


 Reconstrucción del templo solar de Niuserre

EL VIAJE DEL SOL: SUEÑOS DE RESURRECCIÓN

Una de las facetas más conocidas del dios solar Ra es las diversas formas que toma debido a su viaje perpetuo por los cielos. Estas formas que adopta son tres: la primera, el escarabajo solar Kepri, que representa el renacer del sol. Los egipcios se fijaron en los escarabajos peloteros, y su forma de crear bolas de excrementos que movían por el terreno. De esa forma, el dios en forma de dicho insecto alzaba el disco solar hasta el punto central del firmamento, donde adquiría su segunda forma, la más poderosa, pues correspondía con las horas en las que el sol era más inmisericorde en el territorio egipcio: Ra victorioso, o Ra Horakhty. Por la noche, se le representaba como un anciano y en la forma de Atum (o Atón). En ese momento, comenzaba su viaje por el mundo de las tinieblas, donde tenía que superar una serie de peligros. Las fuerzas del caos intentaban frenar el avance de la barca solar, para sumir al mundo en la destrucción total. 

El libro de Am-Duat es la mejor fuente de información sobre el viaje que realizaba el dios solar en el mundo de ultratumba. En las tumbas de Amenofis III y Tutmosis III se encuentran las ilustraciones de las diferentes etapas del Sol en el mundo de los muertos. Aunque las pinturas de estas tumbas son las más representativas, faraones posteriores también se basaron en fragmentos de este libro para decorar sus tumbas.
El recorrido del Sol por el Inframundo estaba dividido en 12 etapas, correspondientes a las horas de la noche. Era un viaje de reconocimiento que Ra efectuaba de tal forma que así el faraón, su hijo en la Tierra, le mostraba el difícil camino de la resurrección. Gracias a este recorrido, también se puede reconstruir la concepción que tenían los egipcios del mundo subterráneo. Como en la superficie, era un territorio bañado por un gran río y dividido en nomoi (distritos), cada uno de los cuales tenía una capital, un dios tutelar, varias divinidades, genios y almas de difuntos. Como un reflejo del mundo de los vivos. 

En cada una de las etapas, el dios es saludado con el epíteto de “gran dios”, y se recitaban las fórmulas necesarias para ayudar al alma en su seguimiento del trayecto del Sol. La barca solar no estaba ocupada solo por Ra, sino por una gran cantidad de divinidades, mayores y menores, que ayudaban a saltar todos los peligros que se pudieran presentar. Entre ellos también se encontraban los llamados marineros: dos grupos de nueve babuinos que se encargaban de abrir las puertas y de cantar al paso de Ra.

Segunda hora.
En la primera hora, Ra aparece con la cabeza de carnero y el cuerpo vendado, como si fuera una momia (que más tarde simbolizaba la sintetización de Osiris como dios de los muertos, la momia, con la cabeza de carnero de Ra; el poder de la muerte y de la regeneración). Visita la “gran ciudad”, donde reina la diosa que escupe las cabezas de los enemigos de Ra. En la segunda hora llega a la región denominada Wernes, donde residen los dioses del trigo. En la tercera hora, acude al campo de los dioses del trigo y del agua, donde también reanima el cuerpo de Osiris gracias a dos divinidades que lo acompañan en la barca: la Voluntad y la Mente. En la cuarta hora, la barca solar llega al interior de Sokar, el dios-necrópolis de Menfis que simboliza el sepulcro de Osiris. En la hora siguiente, llega a una misteriosa plataforma con una puerta protegida por cuatro cabezas mágicas que vomitan llamas. En aquel extraño lugar se encuentran enigmáticos dioses y el mismo Sokar con cabeza de halcón. Es en este momento cuando consigue vencer a la muerte y adopta otra de sus formas: el escarabajo Kepri, símbolo de la resurrección del Sol. En la sexta hora la barca cala ante la presencia del dios Thot en forma de babuino (patrón de los escribas). En esta hora, el dios solar visita una imagen de sí mismo ceñido por una serpiente de cinco cabezas, como símbolo de que no hay resurrección sin muerte. En la séptima etapa, aparece, entre otras manifestaciones del caos, la serpiente Apofis, que es derrotada por el séquito de Ra (en algunas representaciones es el mismo dios de las tormentas y símbolo del mal, Seth). 

Novena hora

En la etapa octava, Ra es arrastrado ante nueve palos hincados en el suelo donde se encuentran una serie de cabezas que representan su poder; en la siguiente hora, Ra se presenta ante doce cobras, muy poderosas y defensoras del cuerpo de Osiris, que escupen fuego. La décima hora es el momento del nuevo nacimiento: el escarabajo transporta ya el huevo del cual renacerá el dios, mientras que el séquito de Ra se apresta en eliminar a los enemigos del dios. En la undécima hora, Ra alcanza la ciudad de la cuenta de los cadáveres, donde se matan a todos los enemigos, son arrojados sobre una fosa y sus cuerpos son escupidos por una diosa. En la última etapa, para finalizar un ciclo, Ra abandona completamente su apariencia subterránea y se posa sobre la cabeza del dios Shu, para comenzar su viaje diurno por el firmamento, ante los ojos de toda la creación, por la bóveda luminosa del cielo.

Seth matando a la serpiente Apofis y defendiendo así la barca solar


LITERATURA: EL GRAN HIMNO A AMÓN-RA

Perteneciente al periodo conocido como Imperio Nuevo, es un papiro de la época de Amenhotep II, donde aparece un gran himno dedicado al dios Amón-Ra, rey de los dioses. El texto posee unos rasgos muy interesantes desde el punto de vista literario y religioso, pues presenta conceptos nuevos de amor a la naturaleza y de universalidad de los dones divinos. 

¡Alabado seas, Amón-Ra, señor de Karnak,
Príncipe de Tebas! […] Tú eres el creador de todas las
Cosas, el único, que ha creado lo que existe […] que
Produce el forraje que alimenta los rebaños, y los
Árboles frutales para los hombres, que crea aquello
De lo que viven los peces en la corriente, y las aves
Bajo el cielo, que da el aire al embrión en el huevo,
Que nutre las crías del gusano, que crea aquello de lo
Que viven los mosquitos, y las serpientes y las
Moscas, que crea lo que necesitan los ratones en sus
Agujeros y nutre a los pájaros sobre cada árbol.


RA Y SUS HIJAS: SEKHMET, HATHOR, NUT E ISIS

Antes de la llegada de los faraones como hijos de Ra y monarcas de los hombres, el mundo era gobernado por Ra. En un momento determinado de su largo reinado, los hombres se rebelaron contra él y, para vengarse y castigar a la raza humana, envió a su hija Hathor en forma de una diosa leona, su lado más vengativo: Sekhmet. Así se castigó a la humanidad pero Ra no había calculado la fuerza destructora de su hija, que estaba descontrolada. Era una diosa ávida de sangre, que no se detenía por nada ni nadie. Apiadado de la situación de los hombres, decidió detener aquel exterminio, hablando con Sekhmet e intentando que se calmara; pero la diosa no le escuchaba. Por ello decidió realizar la siguiente estratagema: tiñendo cerveza con ocre consiguió que adoptara un tono rojizo, y la dispersó por los campos. Sekhmet, confundiéndolo con sangre derramada, la bebía ávidamente. Tanta cantidad bebió, que se embriagó. El alcohol consiguió apaciguar a la diosa, que volvió a su aspecto de diosa del amor, encerrando de nuevo sus instintos felinos y destructivos.


















Sekhmet y Hathor, de izquierda a derecha

Pero el daño que le habían hecho los dioses seguía vigente en el dios, que decidió confiar el gobierno de la humanidad a otros dioses, mientras a lomos de su hija Nut en forma de vaca a los cielos. Mientras surcaban el firmamento el vértigo atacó a Ra, que apenas podía sostenerse. Para que no hubiera problema alguno como caer al vacío, y hacer la montura más segura, creó ocho genios en total que se encargarían de sujetar las patas de la vaca para que fuera más estable. Por eso se la representa con ocho personas entre sus patas en los bajorrelieves de las tumbas y templos.

La vaca celeste Nut sostenida por los ocho genios

Otro episodio de la mitología se encuentra protagonizado por Ra e Isis, conocida como “la maga”. En el Antiguo Egipto, el nombre de los dioses está directamente relacionado con su naturaleza divina. El nombre, por tanto, portaba la realidad del dios y su conocimiento era una herramienta indispensable, a la par que peligrosa, en manos de los sacerdotes y especialmente de los magos. Un dato curioso es que el nombre del dios siempre permanecía en secreto; los dioses desconocían el nombre verdadero de sus compañeros, porque si se llegaba a conocer, automáticamente se adquirirían los poderes de dicha divinidad. Por eso los hombres no podían conocerlos.

En el Papiro de Turín, se recoge un relato en el que Isis, “hija de Ra y grande en magia”, planea una forma de descubrir el nombre secreto de Ra para adquirir sus poderes. Para ello, cuando el dios se recostó para dormirse, se aprovechó y recogió un poco de su saliva, que mezclada con barro, creó una serpiente destinada a morder al dios. La mordedura le causa terribles dolores, y los dioses solo podían mirar y apenarse por la situación del dios del Sol. Isis, apareciendo ante su padre, le dice que tiene el remedio perfecto para curarlo, con la condición de que le diga su nombre secreto. De esa forma, tendría tanto poder como su padre. No se sabe el final de la historia, pues a partir de ahí el papiro se encuentra muy deteriorado. Lo que sí se puede decir es que Ra era uno de los muchos nombres con los que se da a conocer el dios. Otro ejemplo de ello es Amón, que posee el epíteto de “el de los mil nombres”. Era la forma perfecta de enmascarar el verdadero nombre de la divinidad y preservar sus poderes para que no cayeran en malas manos.


Información sacada de:
  • Revista National Geographic Nº 37
  • TYLDESLEY, JOYCE Mitos y leyendas del Antiguo Egipto, Crítica
  • El maravilloso mundo de la arqueología, Mitos, Planeta Deagostino
  • HAGEN, RAINER; ROSE-MARIE, Egipto. Hombres, dioses, faraones, Taschen
  • Egiptología.com

Las imágenes pertenecen a sus respectivos dueños, no son mías.

No hay comentarios:

Publicar un comentario